En un sentido amplio, y a la vez actual y realista, la democracia es un sistema de gobierno y simultáneamente, aunque esto menos tangible, se trata también de una forma de vida. El elemento fundamental es el hecho de que en él sistema en cuestión existe la participación del pueblo en la formación, en la conducción y en el control de los órganos del gobierno.
Empero, sin embargo, la democracia se encuentra a veces deteriorada y queda como una significación amplia más cercana a una idea vaga qué a una realidad operativa ceñida a su definición.
La palabra democracia, obviamente, es de origen griego. Refiere al gobierno del pueblo como forma de vida.
Esta Democracia de la que estoy hablando en muchos aspectos se muestra decadente, pero decadente no en sí misma sino dinamismo que la vive y constituye.
Decadente a partir de la apatía política, apatía política que, por otra parte, deviene de esta nueva sociedad donde lo fundamental es el consumo y dónde la libertad del ciudadano muchas veces es meramente una formalidad.
Empero, sin embargo, la democracia se encuentra a veces deteriorada y queda como una significación amplia más cercana a una idea vaga qué a una realidad operativa ceñida a su definición.
La palabra democracia, obviamente, es de origen griego. Refiere al gobierno del pueblo como forma de vida.
Esta Democracia de la que estoy hablando en muchos aspectos se muestra decadente, pero decadente no en sí misma sino dinamismo que la vive y constituye.
Decadente a partir de la apatía política, apatía política que, por otra parte, deviene de esta nueva sociedad donde lo fundamental es el consumo y dónde la libertad del ciudadano muchas veces es meramente una formalidad.
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