Habìa una vez un elefante. Ese elefante era peronista. Un dìa
el elefante se hizo dirigente de la causa, el problema era que la causa ya no
era la causa, la causa había cambiado.
Èrase una vez otro elefante, sì, otro elefante. Este nuevo
elefante abrazaba a la nueva causa, le gustaba la nueva causa ( y èsta nueva
causa gustaba de èl).
Un dìa los dos elefantes se cruzaron por la calle, se vieron
a casi 100 metros de distancia y entonces se armò gran batahola.
No hubo cosa que no se reclamaran: no hubo insulto que no
fuera pronunciado por sus bocas en ese patético momento.
Cuando la distancia se fue acortando, llegando a los centímetros, enorme beso se dieron y cada cual a su casa y
a su causa.
Había otra vez un elefante, èste era blanco y parlante pero
no se encontraba con ningún archi enemigo, ni era uno de los super amigos, ni
ninguna cosa era.
Era un elefante común y corriente, pero no silvestre;
incluso de tan poco silvestre se convirtió en urbano y de tan urbano que era,
un dìa, se fue a comprar facturas.
-¡Medìa docena de grasa quiero yo èsta mañana! Exclamò a la
señora que pacientemente atendìa a
aquella histórica panaderìa del barrio.
-
¡Momentito momentito que hay gente acà esperando
comprar que llegó antes que usted! gritoneò.
Ronca le salió la voz al elefantito cuando èste respondiole
con cara de pucherito y con ciertas mañas que quizás su familia nunca logró curar:
“està bien” , y cabizbajo se fue sin sus grasosas cosas.
El problema (o no problema) es que también hubo alguna vez
un tercer “elefantito “ (el modo correcto es elefantecito, no veo extraterrestre mi recurso), èste
tercer animal de la naturaleza era algo
mas capitalista que el que fue en `èste escrito el segundo elefantecito, e
incluso mas capitalista que el primer animalito grandote de èsta breve
historia.
Quiero decirles el nombre: èste elefantito se llamaba
monigote. Lo que les voy a contar a continuación es la historia de monigote.
Monigote trabajaba (y de hecho es al dìa de hoy que sigue
trabajando en el mismo lugar) en un taller de radios, un lugar donde se
reparaban radios y donde monigote se sentía en su salsa.
Bueno, pero el dìa se ha terminado y el sueño me aqueja, asì
que otro dìa les voy a contar bien la historia de Monigote, el elefante
capitalista.
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